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La victoria de Vic sobre la ansiedad

"La enfermedad mental no es culpa tuya y no estás loco".

historia escrita

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Cuando comencé la secundaria, comencé a sentirme muy ansiosa. Sentí que mi horario era abrumador y me costaba mantenerme al día con los demás estudiantes. Estaba muy insatisfecho conmigo mismo y no podía dormir por las noches. Durante el período de clase, a menudo me escondía en el baño para evitar el contacto con los demás. Les había expresado a algunos de mis familiares y amigos mis sentimientos, pero me dijeron que necesitaba "calmarme" y "superar estas emociones". Incluso un miembro de mi familia afirmó que les estaba mintiendo a todos y que solo quería atención. Esto fue muy duro para mí.

Empecé a abstenerme de decirle a la gente cómo me sentía. Esto sólo me hizo sentir peor conmigo mismo. Empecé a sentirme muy deprimido. Si bien me sentía así, fingí que no pasaba nada. Cuando fui a la universidad, todo empeoró. No podía hacer amigos porque estaba demasiado nervioso para interactuar con nadie. Me escondía en mi dormitorio y mantenía la cabeza gacha cuando estaba en público. Había momentos en los que ni siquiera me levantaba de la cama por la mañana para ir a clase. Me sentí paralizada cuando desperté. Recurrí al consumo excesivo de alcohol para escapar de mis emociones. A veces incluso ponía alcohol en mi café para pasar el día.

Si bien el alcohol me ayudó en ese momento, después siempre me sentí peor. Había empezado a contemplar el suicidio y me aislaría del mundo exterior. Recuerdo haberme dicho a mí mismo que mi vida no tenía esperanza y que el mundo sería mucho mejor sin mí. Después de pensarlo mucho, decidí ir al centro de asesoramiento de mi universidad para buscar ayuda. Recuerdo vívidamente mi primera cita. Entré y rompí a llorar por cómo me sentía. El consejero fue muy comprensivo y me enteré de que tenía un trastorno de ansiedad generalizada o TAG. Continué buscando servicios de asesoramiento después de esta cita y comencé a sincerarme con algunos de mis compañeros de clase sobre cómo me sentía. Para mi sorpresa, algunos de ellos también se sintieron así y fueron muy abiertos conmigo al hablar de esto.

¿Cómo superaste esta experiencia?

El centro de asesoramiento me ayudó a hablar sobre lo que sentía y a encontrar formas saludables de canalizar mis emociones. Comencé a hacer ejercicio con regularidad, mejoré mi dieta y me recetaron medicamentos contra la ansiedad. También comencé a trabajar más como voluntario en organizaciones sin fines de lucro, como la sociedad humanitaria local. Estas actividades me dieron un sentido de propósito. Después de un año de asesoramiento y dos años de tratamiento, finalmente pude dejar mis medicamentos. Si bien todavía siento ansiedad hasta el día de hoy, definitivamente soy mejor hablando y canalizando mis emociones.

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La enfermedad mental no es tu culpa y no estás loco. La enfermedad mental no es diferente a cualquier enfermedad física. Hay personas que pueden ayudarte y tú PUEDES recuperarte de esto. Creo en ti.